Lourdes era sobrina de mis vecinos. Venía casi siempre los fines de semana, a quedarse en la casa de su abuela.
Éramos más o menos de la misma edad y nos reuníamos a conversar temas de nuestra adolescencia e intercambiar opiniones, con otras jóvenes del barrio.
Ese fin de semana y los que vinieron, el único tema eran los preparativos de su fiesta de quince años. El tema principal: los vestidos largos que debían tener, quienes estaban en el cortejo.
Por cierto... estaba invitada... aparte de la alegría de esto, tenía una gran preocupación: no tener un vestido largo para asistir; pero mi gran sueño era hacerlo, tanto como quien cumplía sus quince años.
Tal fue mi asombro y alegría, cuando me ofreció nada menos que la figura más importante de esta historia (quien cumplía años), prestarme un hermoso vestido largo, que usó sólo una vez el cumpleaños de quince de su prima... de un hermoso color celeste cielo, con varias capas de bordados e hilos color plata: digno de una princesa, que iba a ser yo.
Así me sentí el día de la fiesta. Bailé, bailé de forma incansable, como en un cuento de princesas.
Después de varios quince que he cumplido en mi vida, al ver las fotos, revivo con gran nostalgia aquel bellísimo día.
María Julia Torres Bustamente
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