Mirar hacia dentro para despertar... conectar con nosotros mismos para reencontrarnos, descubrir y sanar. En un mundo lleno de incesante ruido, incertidumbre e instantes de caos, es necesario iniciar un viaje interno para avivar nuestras fortalezas.
En ocasiones, para procesar mejor lo que nos envuelve, necesitamos un instante... un momento de calma y conexión interior. Cerrar los ojos no es más que poner en pausa el mundo y hacer un viaje hacia nuestros pensamientos, emociones, necesidades y valores. Quizá, nos hemos acostumbrado demasiado a focalizarnos en lo que hay fuera... quizás sea momento de volver, de retornar a nosotros mismos.
A menudo, nos encontramos con estudios, libros y artículos que nos hablan de la importancia de nuestras relaciones sociales para ser felices. Tener amistades sólidas, una pareja que nos haga feliz y una familia que nos valore, quiera y admire, hace mucho, nos edifica como personas... es cierto. Sin embargo, hay quien a pesar de tener todo esto y más, sufre una depresión: ¿qué es lo que falla?
Lo que falla es la armonía interna, estar bien con uno mismo. Si no hay un cordón umbilical con el propio ser por donde fluya la autoestima, la autoconfianza, la buena gestión emocional, los propósitos y una completa aceptación hacia lo que somos y tenemos, no existirá el bienestar... ni tampoco importarán las personas que estén a nuestro alrededor... la conexión interior también es salud.
¿Cómo fortalecer la conexión interior?
Decía Goethe que nuestra realidad está tan divinamente organizada que cada uno de nosotros, en nuestro lugar y tiempo, estamos en equilibrio y armonía con todo lo demás. Esto podría ser verdad siempre y cuando estuviéramos bien psicológicamente. Si no existe un interior bien edificado, iluminado y fuerte, nadie puede sentirse sintonizado con lo que le envuelve.
Ahora bien, es muy posible que nos preguntemos de qué estamos hablando realmente cuando nombramos el «ser interior» y la importancia de la «conexión interior». Campos como la espiritualidad, manejan a menudo este tipo de conceptos. Sin embargo, desde un punto de vista psicológico, nos estamos refiriendo de manera concreta y exclusiva a la mente. Esta dimensión lo es todo y a ella conforma nuestro auténtico yo.
En ese espacio mental se integra nuestra conciencia, pensamientos, memoria, imaginación, emociones, personalidad, miedos, necesidades, valores…
La mente es algo más que una creación del cerebro, como decía Hipócrates hace 2500 años. Todo lo que somos está en nuestra mente... un hecho que olvidamos cuando descuidamos lo que ocurre en ella.
Tal y como nos indica Scott Barry Kaufman, psicólogo cognitivo de la Universidad de Pensilvania y autor de varios libros sobre inteligencia, creatividad y potencial humano, la vida mental no se sucede solo en el interior de nuestro cerebro. Se relaciona también con nuestro cuerpo, con cómo nos sentimos físicamente y en cómo nos relacionamos con los demás.
Si nos descuidamos, si no trabajamos nuestra conexión interior, no existirá esa armonía absoluta de la que nos hablaba Goethe.
Estas serían algunas claves para lograrlo...
- Identificar sentimientos y emociones, el primer paso hacia la conexión interior.
- Tal y como nos indica el neurocientífico Antonio Damasio, las emociones son del cuerpo y los sentimientos son de la mente. Así, a la hora de tomar contacto con nuestro ser interno, hay que detectar todas esas realidades que se adhieren a nosotros en el momento presente.
- Tómate un instante para detectar qué siente tu cuerpo: ¿hay presión en tu estómago?, ¿se acelera el corazón?, ¿te duele la mandíbula o el cuello? Las emociones activan respuestas físicas que más tarde viajan a la mente, para dar forma a los sentimientos cuando les damos nombre. Puede que ese dolor de estómago sea producto del miedo, de la ansiedad, de la frustración… intenta identificar esas dimensiones y acéptalas, dales presencia.
La voz del diálogo interno ¿ayuda o te «envenena»?
Para favorecer la conexión interior hay que cerrar los ojos y escuchar qué dicen nuestros pensamientos; y en especial, nuestro diálogo interno. En ocasiones, esa voz es especialista en envenenarnos, en llenarnos de miedos e inseguridades. Atiende bien sus discursos, sus afirmaciones, sus obsesiones… si descubres que actúa como tu peor enemigo, limpia ese diálogo.
Me acepto, merezco calma, merezco estar bien.
La aceptación absoluta de lo que somos y tenemos, atenúa un gran número de malestares. Nada es tan reconfortante como inyectar grandes dosis de autoestima a esa conexión interna, dejar que fluya la compasión, el perdón, la validación hacia uno mismo. Todas estas dimensiones sanan y nos recuerdan que tenemos derecho a estar bien.
La creatividad, el umbral hacia tu conexión interior
Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra francés y autor de libros tan conocidos como “Los patitos feos: la resiliencia”, “Una infancia infeliz no determina la vida”, ha publicado un nuevo trabajo. Se titula “Escribí soles de noche”. Este libro nos habla de la importancia de la creatividad, para favorecer la conexión interior y superar traumas.
Para este experto en momentos difíciles, nada es tan catártico y necesario para profundizar en uno mismo y dejar libre lo que hay en nuestro ser, como la literatura, la poesía, el arte, la música… cualquier actividad que conecte la mente con una tarea con la que permitirnos crear algo, tiene como poder metamorfosear el dolor, dejarlo libre y a su vez, volver a conectarnos con nosotros mismos para sanar.
De ese modo, logramos unir las piezas rotas y transformarnos en alguien más resistente, libre y preparado para ser feliz. Tengámoslo presente.
«La vida es una locura, ¿no es cierto? Por eso es apasionante. Imaginen que somos personas equilibradas con una vida apacible: no habría ni suceso, ni crisis, ni trauma que superar, únicamente rutina, nada que recordar; ni siquiera seríamos capaces de descubrir quiénes somos. Si no hay sucesos no hay historia, no hay identidad. Los seres humanos son apasionantes porque su vida es una locura». - Boris Cyrulnik -
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