Adrián tiene 35 años y, después de diez años de relación con una chica, acaba de ser abandonado. Ella se ha enamorado de otra persona y aunque nuestro protagonista (en apariencia), parece estar bien, su entorno más cercano está percibiendo ciertos aspectos muy llamativos. Si bien es cierto que Adrián siempre ha sido algo ansioso, tras la ruptura se ha obsesionado en exceso por varias cosas… una de ellas es la salud de sus padres: temen que estos enfermen y mueran.
Además, en su trabajo también están notando algunos detalles. Adrián es arquitecto y desde hace ya un tiempo, ha empezado a obsesionarse con la idea de cometer un error. Le preocupa en exceso no hacer bien su trabajo y que algo malo suceda bajo su responsabilidad. También teme no poder pagar su hipoteca, de ahí, que esté anticipando ya qué salidas debería barajar en caso de que algo así ocurriera. No obstante, nada de esto ha sucedido aún.
Si hemos puesto el ejemplo de este hombre imaginario, es por una razón muy concreta. Se estima que el Trastorno de Ansiedad Generalizada, y en esencia, este miedo flotante que impregna casi cada aspecto de la vida de estos pacientes, afecta en mayor grado a las mujeres. Sin embargo, los datos nos dicen también algo muy relevante: casi el 60% de los afectados, no reciben tratamiento o no se atreven a dar el paso en busca de ayuda, siendo una buena parte de ellos, hombres.
¿Por qué me preocupa todo? ¿Por qué vivo en este abismo de incertidumbres y angustias?
Para entender un poco mejor este trastorno, y en esencia, esa manifestación clínica que es la ansiedad flotante, debemos comprender primero qué función tiene el miedo en nuestra vida: prepararnos para reaccionar ante una amenaza “real”, es un mecanismo adaptativo afinado y excepcional que nos permite sobrevivir. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando ese miedo experimentado no tiene una amenaza real?
Aún más… ¿qué pasa si llega un momento en que ese temor, esa angustia, impregna cada punto de nuestra vida? Lo que ocurre sencillamente, es que nos quedaremos encallados en una dimensión paralela digna de la peor pesadilla... porque no hay nada peor que vivir con miedo.