Con el tiempo, solemos descubrir que el mejor estado de la vida no es estar enamorados, sino estar tranquilos. Solo cuando una persona logra hallar ese equilibrio interior donde nada sobra y nada falta, es cuando se siente más plena que nunca. El amor puede aparecer entonces si así lo quiere, aunque no es una necesidad obligada.
Resulta curioso cómo la mayoría de las personas, seguimos teniendo como principal objetivo hallar a nuestra pareja perfecta. Cada vez disponemos de más aplicaciones en nuestros dispositivos móviles para facilitarnos esas búsquedas. Tampoco faltan los clásicos programas de televisión en horario de máxima audiencia, orientados para el mismo fin. Buscamos y buscamos en este vasto océano, sin haber hecho antes un viaje imprescindible: el del autoconocimiento.
“Nunca se puede obtener la paz en el mundo externo, hasta que hagamos la paz con nosotros mismos.” - Dalai Lama -
El hecho de no haber realizado esta necesitada peregrinación por nuestro interior ahondando en vacíos y necesidades, hace que a veces acabemos eligiendo compañeros de viaje poco acertados: relaciones efímeras que quedan inscritas en la soledad de nuestras almohadas, tan llenas ya de sueños rotos y lágrimas sofocadas. Tanto es así, que son muchas las personas que pasan gran parte de su ciclo vital saltando de piedra en piedra, de corazón en corazón, almacenando decepciones, amarguras y tristes desencantos.
En medio de este escenario, tal y como dijo Graham Greene en su novela “El final del romance”, solo tenemos dos opciones: mirar hacia atrás o mirar hacia delante. Si lo hacemos de la mano de la experiencia y la sabiduría, tomaremos el camino correcto: el del interior. Ahí donde poner en orden el laberinto de nuestras emociones para encontrar el preciado equilibrio.