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¿De dónde sacar fuerzas para seguir adelante?

¿De dónde sacar fuerzas para seguir adelante?
Somos extrañas aves fénix: criaturas capaces de emerger de sus cenizas para seguir adelante, aún en las peores circunstancias. Sin embargo, ¿cómo lo logramos? ¿qué tipo de mecanismo psicológico es el que nos impulsa para hacer frente a la adversidad?

¿De dónde sacamos las fuerzas para seguir adelante en momentos complicados? ¿Es por el apoyo de nuestros seres queridos? ¿O hay quizá algún tipo de energía oculta en el cerebro, capaz de actuar a modo de catapulta en medio de la adversidad? Para algunos es cuestión de fe, para otros esa palabra que está tan de moda en los últimos tiempos: resiliencia psicológica.

Comentaba Sigmund Freud, que el secreto de nuestra fuerza está en nuestros deseos. Es esta última competencia, la de clarificar qué queremos y esperamos de la vida, lo que nos embiste a menudo para seguir avanzando.

Más tarde Viktor Frankl sustituiría el término «deseo» por el de «propósito», por esa meta vital capaz de ponernos en movimiento… aun en las situaciones más complicadas.

Sin embargo, admitámoslo, no siempre es fácil encontrar propósitos cuando lo único que sentimos es desánimo. Todos hemos pasado por esa época en que las fuerzas se nos escapaban de las manos y de la mente. No importa el apoyo de los nuestros, ni el propio empeño por encontrar de nuevo la ilusión en la vida. Hay instantes en que es imposible ser fuertes y aún menos, hacer uso de la fortaleza en medio de una crisis.

Fustigarnos en estos momentos no nos ayuda: caer es permisible... no encontrar fuerzas cuando más lo necesitamos, es comprensible. Veamos, por tanto, cómo podemos sobreponernos. Porque más allá de lo que podamos pensar, en nosotros hay una capacidad innata para afrontar situaciones complejas.

¿De dónde sacamos las fuerzas para seguir adelante?

Señala el neurólogo, psicoanalista y etólogo Boris Cyrulnik, que las personas nos tejemos a nosotros mismos con los cabos de la lana de lo biológico, de lo afectivo y lo psicológico. Las épocas de dolor también conforman lo que somos porque, como él bien señala, el ser humano también está hecho de cicatrices y, a pesar de ello, sobrevive y alcanza una felicidad plena.

Así nos lo explica, por ejemplo, en su libro “Los patitos feos, la resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida.” En este maravilloso trabajo, nos presenta el caso de Bárbara, una niña que tras sobrevivir al drama de la Segunda Guerra Mundial, metamorfoseó su magulladora en poesía y se convirtió en escritora.

¿De dónde obtuvo esta chica las fuerzas para superar todo lo visto y vivido? ¿De dónde sacamos las personas fuerzas para seguir adelante? Analicemos algunas estrategias.

El escudo de plástico

Maurice Vanderpol, ex presidente del Instituto Psicoanalítico de Boston, es uno de los psicólogos que más ha estudiado los efectos del holocausto en los supervivientes. Se interesó por comprender qué había de especial en esas personas, como la pequeña Bárbara, que salieron de los campos de concentración con una mentalidad fuerte.

Él introdujo un término interesante: el escudo de plástico. Se trata de un mecanismo psicológico que actúa casi como una puerta de protección, una barrera donde lo más terrible nunca llega a traspasar la mente. Estos supervivientes creaban una especie de refugio mental imaginario donde escabullirse. Una vez en ese lugar, recordaban aquello que amaban, rememoraban a sus seres queridos, así como los momentos felices experimentados.

Por otro lado, ese escudo de plástico también estaba formado por otras características: sentido del humor, perspectiva crítica y sentido de esperanza: ingredientes excepcionales para permitirnos renacer de las cenizas.

Un paso atrás para tomar perspectiva

Tus fuerzas para seguir adelante no surgen de un día para otro. No hay un interruptor que uno pueda oprimir para que automáticamente surja el ánimo y despierte el coraje. Se necesita tiempo y también, distancia psicológica. Ahora bien ¿en qué consiste esto y para qué sirve?

Pensemos en ello. Las cosas no se resuelven en el mismo estado de sufrimiento y complejidad en el que estamos. A veces, hay que bajar el volumen de la angustia, mirar las cosas con frialdad, dar un paso atrás y entonces ver con perspectiva.

Es en esos momentos, cuando despierta una voz interna que puede decirnos cosas como: «de nada te va a servir seguir llorando. Con lágrimas te desahogas pero no vas conseguir que esa persona vuelva... asúmelo y avanza, ya es la hora.»

Cuando encuentras un motivo, no te faltan las fuerzas para seguir adelante

El psicólogo danés K.B. Madsen, es experto en motivación humana. En sus trabajos pone de relieve la importancia de diferenciar los dos tipos de motivaciones. Por un lado, estarían las motivaciones que nos impulsan a sobrevivir, a saciar nuestras necesidades básicas como el hambre, el sueño, la sed…

Por otro lado, están los motivos sociales. Son esos en los que se integran nuestras metas en la vida, nuestras necesidades de afiliación, los valores que nos mueven y nos hacen recordar qué queremos en nuestra existencia. Así, uno de los impulsos más básicos a la hora de encontrar fuerzas para seguir adelante, está sin duda en estos dos tipos de motivos.

En momentos de oscuridad, no solo tenemos claro que seguimos formando parte de este mundo que ansiamos sobrevivir. En la mente deben clarificarse los porqués y los para qués. Avanzar para cuidar a mi familia, levantarme para cumplir mis objetivos profesionales, mis sueños y anhelos de desarrollo personal. Poner un pie delante de otro para sentirme libre y trazar el sendero de mis anhelos en seguridad, en felicidad...

Como dijo una vez Antoine de Saint-Exupéry: «el mundo entero se aparta cuando ve pasar a una persona que sabe adónde va». Esa debe ser nuestra actitud: recordar qué queremos para caminar hacia ello.


La Mente es Maravillosa
Reproducido con autorización

Tener un proyecto vital, un objetivo en la vida que trascienda a uno mismo y que reporte satisfacción al esforzarse en conseguirlo, es bueno para el cerebro y para la salud en general.

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