El mundo está lleno de personas que, sin importar lo que hagas, no les agradarás. Pero también está lleno de personas que te amarán con fervor: esa es tu gente.
No eres para todos… y está bien. Habla con los que sí quieran escucharte.
No pierdas tu valioso tiempo tratando de convencerlos de tu valor: nunca querrán lo que das.
No los obligues a caminar de tu lado. Perderás tu tiempo y el de ellos, y causarás heridas innecesarias, que tardarán tiempo en sanar.
No eres para ellos y ellos no son para ti… saluda cortésmente y continúa tu camino.
Compartir tu camino con alguien es un regalo sagrado… no abarates ese regalo, caminando hacia la dirección equivocada.
Sigue de frente hacia tu verdadero norte.
(Texto extraído de la web)
Esta reflexión llega para asentar un sentimiento que a veces no se llega a comprender en su totalidad: muchas veces, a la mayoría nos invade una especie de “idea de culpa” de que si estamos realizando un trabajo interno profundo, conectándonos con nuestro espíritu, y tratando de entender y “mejorar” cada día más, tenemos obligatoriamente que amar a todo aquel con el que nos crucemos, soportar absolutamente todo del otro…. y en realidad esto no es así: siempre tendremos afinidades y no tanto… por lo que es mejor saber de dónde alejarse a tiempo; es lo más terapéutico que podemos hacer por nuestra propia tranquilidad.
¿Cuántas veces por agradar a los demás, hemos postergado o cancelado nuestros propios deseos, nuestros propios sueños?
Cuando entendemos que no tenemos que ir por la vida dando explicaciones todo el tiempo para agradar al otro, que no tenemos que demostrar nada a nadie, comienza el propio camino de la liberación.
Y es que las personas que en verdad nos quieren, lo sabrán entender y respetar… y el que no, tiene la opción de alejarse.
Vivimos en constante evolución… siempre tendremos por delante un gran espacio de crecimiento y aprendizaje, y elegir a las personas que queremos que nos acompañen, es el mejor acto de respeto hacia nosotros mismos: elegir esas personas que sabemos que nunca nos van a reprochar nada, que van a respetar nuestro libre albedrío, nuestras “rarezas”… esas que nos hacen únicos… nuestras luces y sombras, que no son malas: simplemente son dos caras de la misma moneda, el ying y el yang…
Hoy en día, me estoy limitando a disfrutar y vivir el momento con esas personas que elijo, con esos seres que siempre se alegrarán de mis progresos y me alentarán a ser cada día mejor… no soy antisocial, soy selectiva: me he puesto muy selectiva con el tiempo. Y me lo agradezco… porque es parte del regalo que le hago a mi ser: la tranquilidad de saber que solo tengo a mi alrededor las personas que suman en mi evolución.
Con ese simple acto, comenzamos a conocer nuestra propia valía y de esta forma, a valorar lo que tenemos y a los que nos rodean. Si no somos capaces de amarnos, nunca seremos felices ni con nosotros, ni con los demás.
Crecemos en la medida que nos vamos conociendo y entendiento lo que en verdad queremos… porque antes que todo, tenemos que escucharnos, respetarnos. Como escribió Mark Twain: “la peor soledad es no sentirse cómodo contigo mismo.” Y es justamente luego de eso, cuando logramos esa comodidad con nuestra propia presencia, que empezamos a pensar muy bien dónde y con quién invertimos nuestro tiempo… ese bien tan escaso… que por ser tan escaso, tenemos que saber muy bien a quién y a qué se lo estoy regalando, dónde lo estoy invirtiendo… y no solo el tiempo, sino la energía.
La invitación es a escucharnos, respetarnos y en la medida que lo hagamos, atraeremos a las personas que resonarán con nosotros y sobre todo, que sumarán en nuestra evolución.
Sepamos elegir, sepamos crecer sin miedos y sin “cadenas”… tenemos todo para ser felices, teniendo en cuenta que nunca estamos solos: siempre nos tendremos a nostros mismos y a los seres que nos dejen “ser”… sin libretos, sin caretas y sin “poses”.
"Amorosamente dejo ir mi pasado. Lo libero y yo soy libre." - afirmación de Louise Hay.
Marla Salab