¿Qué pasaría si todos pusiéramos un granito de arena... si todos le dedicáramos un momento a explicarle a nuestros hijos que hay niños con diferentes dificultades... que hay que dar tiempo si es necesario... que hay que prestarles un poco de atención... que deberíamos ser más tolerantes?… ¿una utopía?
Mi hijo Matteo tiene 13 años y desde niño tiene una gran dificultad en el lenguaje, “un trastorno específico en el lenguaje” lo llaman, y le cuesta bastante poder decir lo que siente, porque es un gran esfuerzo para él lograr decir una oración sin miedo a trabarse y hacerse entender. La tartamudez es el más presente de los síntomas.
Hay veces que pasa desapercibido, sobre todo en el fútbol... le encanta porque se mezcla, y es allí donde no tiene que mostrarse y esforzarse para lograr o entablar conversación.
Nunca había escrito sobre él por temor a exponerlo, ya que siendo adolescente, está con todos esos cambios que pesan y de a poco, va encontrando su autonomía, va encontrando su lugar, va construyendo su personalidad. Pero le consulté y me dio su permiso, así que es aquí donde les cuento nuestra experiencia.
Me inspira escribir porque creo que debe haber varias madres en esta situación o similar y quisiera que, de alguna manera, se puedan compartir estas experiencias, ya que los testimonios son muy provechosos para momentos límite, que siempre están presentes y aparecen sin avisar. Nada es para siempre.
El nacimiento de Matteo, fue un parto complicado, lo que determinó e impuso el periplo de médicos y estudios por muchos años, hasta que un profesional dijo: “¡Basta!… Disfruten de su hijo... él se está perdiendo de lindos momentos a causa de todo esto... ¡basta!”... y allí nos dimos cuenta, cómo uno trata de mejorar la vida de un hijo por sobre todas las cosas... que das todo. Pero… ¿qué pasa cuando hay preguntas que no tienen respuestas?... ¿cuándo hay situaciones que suceden y hay que aceptarlas?
Nos cuesta muchísimo a los padres aceptar, nos cuesta muchísimo delegar: lo que es de médico, al médico... lo que es de familia, a la familia. Allí hicimos un STOP, decidimos agrandar la familia y llegó July a poner paños fríos. ¡Vaya que hermosa dupla!
Ahora Matteo crece en su adolescencia rebelde, ahora crece con poca tolerancia, ahora crece con ratos muy buenos y algunos difíciles, ahora crece entre redes sociales… y se le hace difícil por momentos (no todos los adolescentes son tolerantes e incluso él mismo), cuando alguien no lo entiende. Y en medio de todo esto, nosotros los papás tratamos y buscamos que crezca feliz... buscamos ese lazo familiar, buscamos crear la antítesis a esos bravos momentos que le tocan a veces, por situaciones cotidianas.
Es muy difícil decirle NO A LA SOBREPROTECCION… es una línea muy delgada: por momentos lo ves indefenso y crees que no puede solo, pero así como hablé de SOLTAR anteriormente, eso es lo que deseamos aplicar para nuestras vidas… SOLTAR y ACEPTAR.
Desearía no perder el eje en situaciones límite, pero las emociones a veces juegan en contra... ser padres nos lleva por muchas etapas y por muchos estados, pero ¡qué placer es verlos crecer!... ¡qué placer es verlos sonreír! Conclusiones infinitas y satisfactorias, si las hay.
Matteo nos enseña y ¡vaya que nos completa!