Este fin de semana tuvimos una boda y durante la ceremonia en la que se habló del camino de la vida, recordé una parábola que me gusta mucho: la parábola de las mochilas.
Esta historia, es la de un hombre que lleva una mochila vacía y en su camino, tropieza con una piedra, la recoge y la mete en la mochila. Más adelante tropieza con otra, enorme y la carga de igual forma a su espalda. De este modo, continúa su camino, hasta que el peso que lleva es tal, que ya no le permite caminar.
¿Qué pensarías de este hombre? Tal vez que es un necio... que no tiene ningún sentido recoger las piedras que nos encontramos por el camino (incluso las que nos hagan tropezar y caernos)... que deben quedarse ahí: en el camino.
La parábola, asemeja las piedras a las ofensas que otras personas nos han hecho, a los problemas sufridos y al pesar que nos producen las propias equivocaciones. Todas estas piedras que nos hemos encontrado en el camino, deberíamos dejarlas atrás y no cargar con ellas. El rencor contra los demás o los reproches contra nosotros mismos que llevamos cargados a nuestras espaldas, sólo nos están dificultando el disfrutar de todo lo que nos queda por recorrer... el seguir avanzando.
Ésta es una de las máximas que aplico a mi vida y que creo que me permite ser feliz: no conozco el rencor... no guardo ninguna piedra en mi mochila y sé que nunca la voy a guardar, simplemente porque no encuentro ningún sentido en hacerlo. Tengo todo el espacio libre para llenarla de flores, que no pesan nada y me traen bonitos aromas.
Si por algún motivo guardaste algunas piedras en tu camino y hace tiempo que cargas con ellas, estás a tiempo: toma tu mochila, ábrela y mira todo lo que llevas dentro. Saca cada piedra y déjala en el suelo.
De esta forma, a partir de hoy, continuarás caminando ligero de peso. Verás como sin cargas, es mucho más fácil agacharse a oler las flores…
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