Ningún fracaso emocional debe vetarnos nuestra oportunidad de ser felices de nuevo. Digamos “no” a ser esclavos del pasado y eternos cautivos del sufrimiento. Vivir es amar y amar es dar sentido a nuestras vidas, a través de todas las cosas que hacemos: nuestro trabajo, nuestras aficiones, nuestras relaciones personales y afectivas… si renunciamos a amar o nos arrepentimos por haberlo ofrecido, renunciamos también a la parte más hermosa de nosotros mismos.
Las ofensas provenientes de nuestros seres queridos, suelen doler más porque al daño que sentimos, se le suma el sentimiento de haber sido de alguna manera traicionados en nuestra confianza, nuestros afectos o nuestras expectativas.
Algo que sabemos desde el campo de la psicología, es que controlar nuestros pensamientos es clave para reducir el malestar. Los estados de ansiedad y las depresiones, por ejemplo, se alimentan en buena parte de los casos, de un estado mental erosivo.
Tener compasión de ti mismo no te hace más débil; al contrario, te fortalece. Porque si aprendes a tratarte con bondad, si te perdonas cuando lo necesitas y aprendes a hablarte con afecto, podrás lidiar mejor con las dificultades y complejidades de la vida.
¿Qué mejor forma de comenzar el día, que conectando con nosotros mismos? Nos sentiremos llenos de energía y enfrentaremos nuestra jornada de una forma más calmada.
Ante la sensación de angustia originada por la incertidumbre, dotar de calma y de adecuadas estrategias a la mente, nos permitirá encender un faro interno para no perdernos.
Vivimos desconectados de las necesidades emocionales que nos dominan y piden ser atendidas. Pero, cuando una persona comienza a automaternarse, sana heridas de las que, tal vez, por muchos años no fue consciente.